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Mostrando entradas de mayo, 2016

A MIS HIJAS

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A mis hijas... Las amé desde el primer momento.  Amé tu existencia desde el primer segundo que vi ese signo positivo enfrente de mí,  desde que la doctora confirmó que estaba embarazada de ustedes, desde entonces las amé. Las elegí y las volvería elegir mil y una vez más, ustedes son sin dudas lo mejor que me ha pasado en la vida. El amor de una madre crece en el corazón de cada mujer, es una semilla que fue sembrada en nosotros desde el vientre de nuestra madre.  Es el don más magnifico y maravilloso que dios nos otorgó y es la prueba fehaciente que el verdadero amor si existe. No importa si tu hijo salió de tu útero o no. El amor hacia un hijo sale de nuestras entrañas, ya sea que crezca en tu cuerpo o en tu corazón. Es un amor que no conoce medidas, es irracional, no conoce odio ni rencor, puede ser lastimado pero nunca desmoronado, es infinito, es leal y es completamente inocente. Cuando una mujer se convierte en madre su vida cambia radicalmente, dejas

EL AMOR

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El amor no es buscado, es intolerante, es irrespetuoso, es completamente irrevocable y cuando toca tu corazón se aloja en el lugar más profundo y olvidado de ti.  Se arraiga de tal manera que nunca se podrá sacar. Solamente arrancando un pedazo de tu corazón podrás deshacerte de él. El amor no se entiende, no tiene razones ni motivos…por más que lo evites más vendrá a ti. Es irremediable no querer amar a una persona. El tiempo no lo cura y la distancia no lo olvida. No es algo pasajero ni es cosa del momento, la adolescencia lo adolece y la adultez lo madura.  El amor es infinito, no tiene medidas, no se puede comparar. Es único y es diferente a todo.  Hay distintos tipos de amor hacia distintas cosas y personas pero la esencia siempre es la misma. El amor y el cerebro son enemigos eternos, él se aloja en la parte inconsciente de la mente y en el menor momento pensado manda una conexión eléctrica a tu corazón y te recuerda que está allí, presente...dormido tal vez