A MIS HIJAS
A mis hijas...
Las amé desde el primer momento. Amé tu existencia desde el
primer segundo que vi ese signo positivo enfrente de mí, desde que la
doctora confirmó que estaba embarazada de ustedes, desde entonces las amé.
Las elegí y las volvería elegir mil y una vez más, ustedes son sin dudas
lo mejor que me ha pasado en la vida.
El amor de una madre crece en el corazón de cada mujer, es una semilla
que fue sembrada en nosotros desde el vientre de nuestra madre. Es
el don más magnifico y maravilloso que dios nos otorgó y es la prueba fehaciente
que el verdadero amor si existe.
No importa si tu hijo salió de tu útero o no. El amor hacia un hijo sale
de nuestras entrañas, ya sea que crezca en tu cuerpo o en tu corazón.
Es un amor que no conoce medidas, es irracional, no conoce odio ni
rencor, puede ser lastimado pero nunca desmoronado, es infinito, es leal y es
completamente inocente.
Cuando una mujer se convierte en madre su vida cambia radicalmente,
dejas de ser una persona para convertirte en otra. De repente conoces todo
tipos de miedos que nunca en tu vida habías sospechado que existían.
Dejas de ser la prioridad en tu vida para convertirte en la prioridad de
otra, vives por esos ver sus ojos sonreír, por ver sus mejillas contraer y por
escuchar la mejor de las risas, que para mí son las de ustedes.
Ser madre es definitivamente lo mejor que me ha pasado, no solo ha
dejado una marca en mi cuerpo, pero también en mi alma. Mi vida será siempre
para ustedes, mis fuerzas y mis esperanzas.
Las amo más de lo que nunca me imaginé que fuese capaz de amar a nadie,
las defenderé como leona rugiente, las cuidare con celo, las velare como águila
y de algo estén siempre seguras, que hasta los últimos días de mi vida las
amare con toda mi alma.
Eternamente suya.
Mama..
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